La
situación cultural y educativa de la población española, al inicio del siglo
XX, era
desoladora:
un 40 % eran analfabetos totales y la actividad política y social había
propiciado
una muy
extendida aculturización de las grandes masas de población
La Segunda
República continúa esta dedicación al libro, a la lectura y a las bibliotecas,
y los
gestores y fundadores de la República van a estar muy imbuidos por la
Institución
Libre de
Enseñanza y la
Junta de
Ampliación de Estudios
. Este
nuevo periodo ha sido
denominado
como el nuevo Siglo de Oro del Arte, del Pensamiento y de la Cultura Española,
lo que se
vio refrendado por una política bibliotecaria de gran alcance y el intento de
creación
de un
sistema de bibliotecas
Con la
llegada de la Segunda República se produce, de forma institucional, un
intento
de cambio muy notable en muchos ámbitos de la realidad; uno de ellos va a ser
la
cultura,
apoyada con una nueva concepción del libro y de las bibliotecas. Se va a
articular
con una
fuerte extensión de las bibliotecas, creándose un incipiente sistema auspiciado
por los
numerosos intelectuales, científicos, pensadores y artistas que durante este
periodo
destacaron
por su actividad. La Segunda República construyó un número muy elevado de
escuelas
y de bibliotecas, pues la política bibliotecaria republicana estuvo muy
centrada en
servir a
la causa de la cultura de las masas, además de la cultura de élite y
profesional,
e incluso
los intelectuales se sintieron comprometidos política y culturalmente con los
proyectos
republicanos.
Se creó
el
Patronato
de las Misiones Pedagógicas
a presencia de autores de tres continentes refleja el
interés por dar a conocer la literatura universal desde la Antigüedad -
(Homero, Sófocles, Lucio Apuleyo, por ejemplo), la Edad Media (el infante Don
Juan Manuel), el Humanismo (Dante Alighieri), etc. - hasta la edad
Contemporánea. Entre la literatura internacional, abundan los autores europeos.
Así la literatura rusa de la segunda mitad del siglo XIX quedó representada con
la elección de las obras de Leónidas Nikolaevhic Andreiev (1871-1919), Feodor
Mijailovich Dostoievski (1821-1881) y León Tolstoi (1828-1910). Amplia
presencia en todos los lotes tuvieron también los escritores franceses de los
siglos XVIII y XIX con Gustavo Flaubert (1784-1846), Honoré de Balzac
(1799-1850), Anatole France (1844-1924), J. W. Goethe (1749-1832), Victor Hugo
(1802-1885), Stendhal, (1783-1842), Julio Verne (1828-109), Daudet, Molière,
Chateaubriand, etc. Los clásicos de la literatura británica estuvieron
representados en las obras de Daniel Defoe (1660-1731, Robinsón Crusoe); Dickens
(1812-1870) y los escoceses Sir Walter Scott (1771-1832 Ivanhoe), Robert
Louis Stevenson (1850-894, La isla del tesoro) y Sir James Matthew
Barrie (1860-1937 Peter Pan y Wendy), así como por Rudyart Kipling
(1865-1936, El libro de las tierras vírgenes), premio Nobel en 1907.
Entre los autores alemanes figuraron, en el campo del teatro, Schiller
(1759-1805) y en el campo filosófico, Federico Engels (1820-1895). No faltó la
literatura portuguesa al incluirse la obra de Luis Vaz de Camoens (1524-1580, Los
lusiadas), ni la noruega con la obra dramática de Henrik Ibsen (1828-1906).
La literatura americana llegó a través de la estadounidense
Harriet Beecher (1811-1896 La cabaña del tío Tom) y sus compatriotas
Washington Irving (1783-1859, Cuentos de la Alambra) y Edgar Allan Poe
(1809-1849, Aventuras de Gordon Pym). Iberoamérica estuvo representada
por los argentinos José Hernández (1834-1886 El gaucho Martín Fierro) y
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888, Facundo). También la literatura
hindú llegó a las bibliotecas escolares a través de varias obras del poeta,
filósofo y educador Rabindranaz Tagore, (1861-1941).
En cuanto a la literatura española hemos constatado la
presencia de obras y autores no sólo muy variados sino también representativos
de distintos estilos y momentos históricos: El conde Lucanor, del
infante Don Juan Manuel; la Celestina de Fernando de Rojas (1465-1541);
la novela picaresca de Francisco de Quevedo (1580-1645); el teatro de Pedro
Calderón de la Barca (1600-1681) y de Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648); El
moro expósito de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, (1791-1865); Artículos
de costumbres de Larra, (1809-1837); la poesía de José de Espronceda
(1808-1842) y de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) o de Manuel Altolaguirre (1906-1959); las
novelas de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), Pío Baroja (1872-1956), José Mª
de Pereda (1833-1906), Benito Pérez Galdós, (1843-1920), Gabriel Miró
(1879-1930), Emilia Pardo Bazán (1851-1921), trabajos de Marcelino Menéndez y
Pelayo (1856-1912)… También se incluyeron obras de autores entonces vivos como
Pérez de Ayala (1880-1962), José Martínez Ruiz (Azorín, 1873-1967), Juan Ramón
Jiménez (1881-1958), Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), José Ortega y Gasset
(1883-1955),