jueves, 21 de octubre de 2010

MONSTRUOS (Prologo Reino del Ocaso)

Todos hemos pasado largas noches en vela temiendo a estas criaturas. En el corazon de cada uno se han arrastrado, como moluscos negros que dejan frios rastros de su baba indeleble en nuestra mente. Los vemos por el rabillo del ojo, demasiado rapidos para enfocarlos, burlandose de nuestra razon, arrastrandose tras cortinas de humo. Unos ojos maliciosos que observan desde debajo de la escalera, ansiosos por nuestra carne y sangre. El brillo siniestro de una sonrisa afilada atisbando tras un espejo sucio. El roce chirriante de unas garras contra la pizarra inerme de nuestra cordura. El leve olor a moho, podredumbre y muerte tras un aroma familiar.


El hombre del saco, en toda su terrible extension, que es espanto de infantes y adultos. Mutando su apariencia para aterrar a cada cual, como el mitico Doppelganger germanico, aun aferra esa parte de nuestra mente reptiliana y a veces, la retuerce con fuerza, disparando el instinto de huir o luchar, poniendo a prueba nuestra supervivencia de una forma primaria, atroz, cuasi dolorosa.


El miedo a lo desconocido es una emocion tan primaria, tan elemental, que una imagen que porto impresa en mi mente a fuego es la de un grupo de seres pre-humanos, en la chthonica noche de los tiempos antes de la historia, alrededor de una hoguera. Sus miradas bestiales desencajadas de terror, arrebujados sus nervudos brazos en torno a sus mantas mientras fuera de la frontera protectora que marca la luz se arrastran horrores innombrables. Siempre que sueño esta imagen los veo no mirando al fuego, sino de espaldas a el. Observando con espanto creciente la oscuridad que les acecha, esperando el ansiado amanecer que los librara de la pesadilla nocturna.


No obstante el hombre, inevitable siempre frente a todo, descubrio un metodo para derrotar sus miedos. Dicen que un dios tuerto del frio norte se colgo cabeza abajo de Yggdrasil durante nueve dias para darnos tal regalo, dicen que un hombre sufre con su higado devorado por un maligno roc encadenado a un monte para toda la eternidad. Tales sacrificios deberian darnos fe de la importancia que posee el destierro de estos temores. La luz y los nombres destruyen los miedos. Un monstruo con nombre no da miedo. Igual que una rata sobre nuestra mesa de diseccion podemos catalogarlo, observarlo, pasarlo por la maquina analitica de nuestra mente y conjurarlo para siempre. Al mismo tiempo, un monstruo que camina bajo la luz, disminuye su tamaño y su poder, y facilmente es presa de burla y risa, la verdadera culminacion del monstruo humillado.



Y que hay de esos monstruos que no tienen nombre?, que ocurre con esos engendros del oscuro pasado, esas arcaicas bestias atavicas que moran en las sombras?. Que puede hacer el inevitable hombre blanco contra ellas? . No esta la reconciliacion en nuestro animo, oh no...queremos nombrarlos, controlarlos, destruirlos, y cuando no podemos hacerlo, los tememos aun mas, en una tetrica ouroboros de miedo, violencia y tristeza llamada xenofobia. Somos una civilizacion basada en el miedo.


Cuando no tenemos monstruos porque nuestros paladines del orden han jalonado el corazon de la oscuridad, el verde hades preñado de antropofagos, o las oscuras simas lemurias, inventamos nuevos. Creamos monstruos avivando llamas de ira, practicando la eugenesia de los confiados indigenas, cortando con nuestro tiralineas el barbaro Eden a base de fronteras. Y para proteger nuestras fronteras creamos muros infranqueables, primero protegidos por jardines de piedra y metal, por el atono retumbar de la polvora y las rojas flores nacientes del acero. Mas tarde, tras nuestra primera embestida, levantamos una segunda linea hecha de palabras, nombres y leyes, mas indestructible aun si cabe, por ser una torre de babel inalcanzable salvo para unos pocos. De esta torre de marfil, de estos nombres eternos, surge el tercer muro, proporcionado por nuestro Dios de papel, cuya bestia desangra a los barbaros de sus frutos para que podamos derramarlos sin tregua. Y asi, gracias a estos muros, volvemos a tener monstruos frescos, rabiosos y aullantes que justifican nuestra vampirica ansia, y nos permiten seguir drenando la negra sangre del mundo, talar los bronquios del Eden y someter al bestialismo a los barbaros. Somos el Deus ex Machina terrible y cruel de este planeta, un doloroso virus con zapatos.


Ojala lleguemos algun dia a darnos cuenta, como el pobre Neville de Matheson, de donde estan los monstruos de verdad. Podremos mirar tras el velo y ver al Dios de papel, a su terrible cancerbero?, divisaremos a esta terrible Hela que es nuestra civilizacion tal como la ven nuestros lobos a la puerta?. No es probable. No parecemos saber por donde empezar a buscar, y mientras podamos mascar nuestra racion de opio como buenos lotofagos comodamente, tampoco habria de importarnos, cierto?. El terrible filo de la discordia, las treinta monedas, el cancer cainita.....tenemos tan bien aprendida la leccion y somos tan eficientes usando nuestras armas.... no tenian ninguna oportunidad.


Aun y asi, me tacharan sin duda de ser un cinico, pero doy por cierto que la mitad bella de nuestra diosa es mejor que los corruptos idolos falsos que hemos legado a los barbaros. Asi que, hasta que alguien mucho mas valiente que yo desafie al imperio, armado de la brillante llama de la razon, no me queda otra opcion que cerrar filas junto a mis muros, defender mi Niflheim de almas errantes y vallar con ardiente espino mi Axis mundi. Despues de todo, soy un paladin del cancerbero. Un inevitable hombre blanco.

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